El corazón le latía como loco, incluso
ni él mismo creía aquello que veía, ¡pero era cierto! No podía ser otra
alucinación más, sí lo fuera estaría perdido…
La chica estaba mirando el cielo con
una piruleta de chocolate en la boca, sabía que era su sabor favorito, ella
nunca comía de ninguna otra. Caminó hacia ella corriendo, el ruido de los pasos
llamó la atención de ella, aunque la calle estuviera llena de transeúntes apurados
por llegar a sus hogares o trabajos.
Ella lo miró, notó como sus ojos lo
observaban sorprendidos, de repente sonrió y él no pudo evitar gritar su nombre
sintiendo que su corazón explotaría, empujó un par de personas mientras ella
relamía la piruleta y daba media vuelta. Apuró el paso, temiendo que ella desapareciera
de nuevo, agarró su mano rápidamente y una chica que no era la que buscaba lo
miró.
No podía equivocarse. No de nuevo. Buscando
por todas partes la vio mirarlo antes de entrar un callejón, corrió gritando su
nombre varias veces. Ella lo ignoraba ¿Por qué lo hacía? Lo estaba abandonando,
nuevamente. Sintiendo la angustia unas lágrimas escaparon de sus ojos, llego al
callejón y entró, pero no se hallaba más que un gato buscando comida en el
basurero.
Resbaló por la pared y abrazó sus
rodillas mirando el cielo ¿Dónde estaba…dónde estaba ella? ¿Por qué lo había
dejado?
—Creó que me he enamorado de ti
—balbuceó el muchacho que era entonces mientras la veía mover los pies en el
agua. Ambos estaban sentados a la orilla de un río con las manos apoyados hacia
atrás, aunque ella solo una porque con la otra sostenía una piruleta de
chocolate, llevaba cinco en todo desde que estaba con ella. Ella veía el cielo,
él solo tenía ojos para ella.
—No tiene ningún sentido —dijo ella tranquilamente—.
Que me lo digas —añadió—. Para mañana te habrás olvidado de mí —murmuró tan
campante. Él la observó angustiado, quería ver sus ojos.
—Claro que no, no se puede olvidar a
alguien del que te has enamorado a primera vista.
—Iluso —burló soltando una carcajada—.
Cómo se nota que no me conoces, cómo se nota que no sabes quién soy. ¿Sabes
cuántas veces he escuchado eso? —preguntó relamiendo la piruleta—.Voy y vengo,
nunca estoy en un solo lugar por mucho tiempo, para mañana me habré ido. Ya he
observado el cielo de esta ciudad por mucho tiempo.
—¡No puedes irte! —protestó— ¡No puedes
abandonarme! Si te vas iré a buscarte —aseguró. Ella negó con la cabeza.
—No vas a recordarme, no importa lo que
pase. Mañana no me recordaras —prometió ella—. Recordarás este lugar y lo que
hemos hablado, pero nada más, será como un sueño, siempre es así a donde vaya,
todos me olvidan —comentó encogiéndose de hombros.
Parecía no importarle, pero
a él no lo engañaba había algo triste en su mirada—… Es mi maldición —susurró
tan bajo que creyó que era su imaginación—. Voy y vengo, siempre ayudo, pero
nadie nunca me recordara. Es mi destino.
—¡No me olvidare de ti! —gritó muy
seguro.
No se había olvidado de ella, pero no
sabía que era peor, si pasarse la vida buscándola en cada calle, en cada
callejón o no saber que existía. Con el corazón destrozado, mirando al cielo la
vio en la azotea, sentada tranquilamente lamiendo la piruleta con forma de
corazón. Se levantó rápidamente y gritó su nombre de nuevo. Ella sacó algo del
bolsillo y se lo lanzó. Por atraparlo bajo un momento la mirada. Cuando la alzo
se había ido de nuevo.
Era una piruleta de chocolate con una
nota pegada. «A veces el recuerdo es tan malo como el olvido. Espero que esto
endulce tu recuerdo así como endulza mi tormento».
1 Plumas:
Uola
Ya apareciste en Red de blogs: http://lamusayelespiritu.blogspot.com/2011/08/red-de-blogs-9-nunca-es-tarde-si-el.html eSPERO QUE te guste...
Besitos
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