No hace mucho tiempo que se fue, aun está impregnado su perfume en todo el lugar. Tomó sus conver’s, la billetera, la mochila, un cuaderno, el lapicero y no volvió a llamar. No era solo que no se hubiera llevado el celular, es que no quería saber nada más.
¿Qué le sucedió? No lo sé, sigo preguntándomelo. Solo sé que dio la espalda, dejo unas cuantas lágrimas atrás y se fue caminando por la mitad de la calle mientras tarareaba una canción, con solo la mochila al hombro, las manos metidas en los bolsillos y unas gafas de sol.
Aseguró que buscaría su propio camino y si sabían de ella no era porque ella lo quisiera; que si sabían de ella solo era cuestión de jugarretas de la vida, pidió que la olvidaran, pero fue imposible; quedó el recuerdo de las notas en el aire, con el sonido triste de una guitarra, la voz que canta canciones de promesas y esperanzas, quedó el eco de las risas y el sonido de las pisadas inexistentes.
Todo quedó suspendido en el tiempo a partir de aquel momento, era como si los años no pasaran, aún se oían los pasos, el tecleo del ordenador que nadie usaba, las canciones que solía tararear una y otra vez, quedaron como un eco. Se podía escuchar el abrir y cerrar de la puerta, esa que nadie abría, que no usaban porque era la de la chica que dio la espalda mientras lloraba, pero tomó las gafas de sol y salió a la calle entonando una canción y nunca regresó.