Lo
que empezó como un día se convirtieron en dos. Un días tras otro el reloj con
su tic tac marcó el final de una
noche más, y así —sin que lo pudieran evitar— se envolvieron en secretos y
mentiras. Se cubrieren con el manto de la ira y perdieron el camino de la
verdad.
Olvidaron
que hubo días en que sol no salía y la luna no se escondía. Pasaron de las
sonrisas y los besos, se quedaron con los gritos y empujones.
Hundieron
el corazón, alzaron el orgullo y dignidad, envolvieron con una venda la razón.
Alzó
velas la tristeza y la alegría se rompió las alas. La decepción manejó el timón y la esperanza en un calabozo se quedó.
Con
un grito furioso y una bofetada terminó, siendo que todo empezó con una sonrisa
y una mirada.
Y
pasó un tiempo antes de que se preguntaran que fue lo que sucedió. Tal vez demasiado para que el anhelo se abalanzara sobre la decepción, pero no lo suficiente para
que el miedo ahogara por completo el corazón.
La
esperanza fue liberada dio vuelta con
la nostalgia como motor. La vergüenza y la pena secuestraron la razón,
sin embargo la fe con su
inquebrantable espíritu la rescató, trató de hacerle ver la verdad, pero la razón no quiso escuchar. Así que el amor le colocó una mordaza y la ató.
Para
cuando logró escapar era demasiado tarde, la locura se había adueñado de los dos.