Alguna vez, en medio de una
habitación de hotel, dos corazones latieron a un ritmo desenfrenado, dos
cuerpos se movieron sin control, dos miradas se encontraron y por un instante
fueron uno.
Olían a alcohol y humo de
cigarrillo.
Fue un momento de esos cualquiera,
en que la vida pesa y el mañana no aguarda.
En que dos seres se consolaron sin la esperanza de algo más. Una de esas
noches que se pierden en el tiempo sin que se paren a pensar.
Un día de esos en que dos
extraños que se conocían se apartaron
sin decir sus nombres. Una noche como cualquiera, en la vida de una persona
cualquiera. Porque como esa noche pudieron haber cientos de noches en las vidas
de miles de personas posibles.
Fue especial —y no lo fue—
porque eran dos personas únicas que no eran diferentes a otras.
***
Lo sé, lo sé. Tenía el blog abandonado y muchos creerán que es que no volví a escribir, pero no es cuestión de que no tuviera que escribir sino que cada vez que trataba de hacerlo no salía y es mejor no forzar la imaginación. Es un gusto estar de vuelta y espero poder volver a escribir continuamente, que sino May tiene derecho a asesinarme. (Es una broma, ¡aún soy demasiado joven para morir!)